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lunes, 12 de febrero de 2018

“Todo un Show”

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Pilar Ana Tolosana Artola, paciente de Ataxia de Friedreich, de Vitoria.

Nota del administrador del blog:
La página web de Pilar Ana puede hallarse pinchando en: http://pilaranatolosanaartola.es/


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Pilar Ana Tolosana
Entre sueños, aún medio dormido, sufriendo los efectos de la resaca, el móvil me despertó con una melodía inconclusa que me había bajado de una página de Internet, de cuyo nombre no puedo acordarme.
Dejé que el irritante sonidillo cesara, y poco a poco me fui incorporando, a la vez que bostezaba y me rascaba la cabeza.
Recapacité que en esos momentos lo mejor sería ir a la ducha directamente... sobre todo, cuando alcé el brazo, y me vino de la axila un olor nauseabundo... a sudor, corrosión, y a otros vapores fétidos, que venían de más abajo.
Asimismo, sentado en la cama, intentaba recordar algo de la noche anterior... ¡Nada...! A pesar de mi insistencia en buscar recuerdos, aunque fueran vagos y dispersos, no aparecían por ningún lado. Cuando comprendí que mis recuerdos no iban a regresar, busqué las zapatillas: una al oeste y otra al este de la habitación. Y, una vez que recuperé la estabilidad y el equilibrio, que la visión doble, y enigmática, producida por la pertinente borrachera noctámbula, me puse recto para tomar la decisión de abrir los ojos del todo.

Me levanté, a pesar de las pocas ganas y mi estado ligeramente apocalíptico. Me pasé la lengua por los labios... y como no tenía ni saliva, decidí cerrar la boca definitivamente, porque estaba un poco apestada... En ese preciso momento fue cuando juré que no iba a volver a beber una gota de alcohol: estaba ya a punto de cumplir treinta años, y era ya hora de tomar en serio algunas decisiones.

- ¿Y eso...? ¿Qué es eso de ahí...? ¿Qué es eso de encima de la mesilla...? -me pregunté a mí mismo en voz alta, achinando mis ojillos miopes, para resolver el misterio.
Eran unos papelillos... unos papelillos pillados estratégicamente con el celular para que no se volasen...
Me acerqué, restregándome los ojos. Eran dos entradas, ¿para Freestyle...? ¿Un show de motos...? Alguien me habría invitado la noche anterior... tendría que hacer memoria...
En ese preciso momento, en el que pretendía recordar con algo más de claridad, volví a recrearme pensando en eso de que no iba a volver a cogerme una borrachera en la vida. Y un poco disgustado, tiré las entradas entre las sábanas, y me fui al cuarto de baño para lavarme la cara, a ver si así me espabilaba poco a poco.

Antes de terminar en el lavabo, me pareció haber visto en las entradas que el espectáculo era hoy mismo a las 20:30 horas exactamente, en el Polideportivo.
Casi sin respiración, me abalancé de nuevo sobre la cama, y busqué los tickets que informaban sobre el horario, el lugar, y la fecha del acontecimiento.
Pues sí, no me equivocaba: estaba a cuatro horas de aquel evento. Tenía que darme prisa si quería llegar... Iría, sí, aunque al principio no lo tuviera muy claro. Pero, sí, al final no me lo perdería por nada. No era muy habitual en mí que cambiara de humor tan fácilmente: no obstante era como si algo me incitase, una fuerza sobrenatural, el destino, quizá... no sé.

Me duché enseguida, me peiné, y comí algo. No sabía muy bien lo que iba a ver: era motociclismo en un estilo libre. Me picaba la curiosidad. Tenía entendido que en el Freestyle los competidores se jugaban la vida con sus motocicletas, entre piruetas, saltos, acrobacias, cabriolas, y aterrizajes peligrosos... como en el MotoCross, más o menos, quizá más grandilocuente aún.
Cuando metí las entradas en la cartera, antes de salir de casa, me di cuenta que eran dos, y no tenía a nadie a quién llevar: Mi mejor amigo se había ido a trabajar a Alemania... mi hermano tenía justo ahora los exámenes finales... mi primo estaba en Boston, en un Congreso... y mi novia odiaba este tipo de cosas. Bueno... iría yo solo... y con la entrada que me sobraba, haría reventa... Daba igual: estaba todo controlado.

Salí del portal, y me dirigí al Polideportivo con el coche. Lo que no entraba en mis planes, era dar con aquel embotellamiento, aquella comitiva atascada de vehículos que estaba minando mis ánimos de llegar a tiempo al complejo.
Sólo fue cuestión de paciencia, pitidos, y sinsabores, hasta que me pude poner en marcha. Aparcar me costó menos de lo que pensaba, pero ya eran las ocho y cuarto: no quedaba tiempo para revender la entrada que me sobraba.
No hice más que bajar del automóvil, y fui corriendo a la puerta donde comprobaban los accesos al Freestyle.
No me pusieron trabas, a pesar de que casi toda la gente ya estaba dentro.


Y acto seguido, me aposenté en el único asiento de las gradas que quedaba libre. No conocía a ninguno de los que había a mi alrededor, y me sentía totalmente fuera de lugar. Menos mal que los altavoces empezaron a regurgitar con el anuncio de que las motos suicidas estaban calentando motores. La voz ronca y alborotada del emisor, cercioró al público de que aunque todo el elenco colaboraborador era muy bueno en sus campos, los auténticos protagonistas iban a ser dos campeones del mundo, el americano Will McHill y el taiwanés MaWei.
Aclarado esto, quedé como hipnotizado al ver veinte o treinta motos que corrían por todo el escenario, entre las distorsionadas luces de los focos, al ritmo más precipitado de Van Halen.
De repente, todo era rojo... todo azul... todo amarillo... Y al momento, todo violeta, todo verde, o todo blanco. Y los pilotos, uno hacía piruetas por aquí, otro saltaba por allá: Eran impresionantes... recorrían rampas que les llevaban a tocar el cielo con las manos, para luego hacer una caída perfecta en el suelo, se posaban casi delicadamente en el suelo... ¡Impresionante! ¡Fascinante!

Todo el mundo expectante y en silencio: sólo se oían los motores de las motos... Nunca había visto nada igual. ¡¿Qué, qué están haciendo ahora?!.
- ¡Madre mía, eso es el más difícil todavía! -exclamé intuyendo que entre todos querían figurar una pirámide: eran como los Castellers, pero con las motos. era muy peligroso
Y cuando estaba ya más concentrado en todo esto, uno de los pilotos, el americano por el rubio de su pelo y tez blanquecina, se puso enfrente de mí y agarrándome del brazo, me suplicó discretamente que le siguiera:
- Please, camon, camon… please. Camon, please, hurry up!..
No sé ni por qué lo hice: El caso es que ni siquiera dudé en ir con él detrás de las gradas. Era como si fuera de la familia, como si ya confiara en él desde antes de ese día... Había algo que no cuadraba del todo...
Se había quitado el casco y lo llevaba en la mano, pero no acababa de recordar por qué me sentía tan bien con él..
¡Anda, que mi madre estaría contenta de ver que me iba con cualquiera a donde él decidiera! Ella, que cuando era pequeño creyó haberme inculcado eso de que no hablara con desconocidos.

Fue entonces cuando el anónimo para mí, motorista, me tocó el brazo y me dio una especie de mareo, como si la mirada se me fuese al lugar más recóndito que existiese.
- Bueno, pues ya estoy aquí. Dime lo que quieres -exigí, entre molesto y exorbitantemente severo.
- Okay, man, yes. Thanks, thanks. Yo quiero pedirte favor -dijo el otro con cierto apuro en mi idioma, para que yo le entendiera.
- ¿Un favor? ¿Cuál?.
Se ajustó el peto y los guantes... seguidamente, sacó otro casco que había escondido previamente, y me lo dio antes de decir nada:
- Erhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Erhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Youwith me... en la moto, ¿fine?. Nosotros jumpto pirámide and... ¿do youunderstand me, man, yeah?.
Creí acertadamente que me estaba ofreciendo saltar con él al pico de la pirámide de las motos. Justo en ese instante, tuve una especie de iluminación de la noche anterior: era una visión borrosa, pesarosa, agridulce, a medias entre un “chupito” de licor de melón y una jarra medio acabada de vodka con naranjada. Era todo enrevesado y jactancioso, salpimentado con una mezcla a sudor y alientos alcoholizados y lánguidos, con una sevillana sonando de fondo... Y ese guiri desacompasado que bailaba de un lado para otro, asemejándose cada vez más a un oso cogiendo manzanas imaginaras. Ése era. Ése era él, el motorista pendenciero y temerario de Texas... el americano éste que ahora mismo tenía enfrente: Will que me decía ahora mismo cosas raras en un idioma inventado...

Lo supe entonces: la noche anterior estuve con él de juerga, de experiencias de borrachera y nocturnidad. Él fue quien me regaló las entradas para el Freestyle, por fin lo vi claro: fue Will.
Me quedé pasmado a la vez que recuperaba la memoria.
- No, no.. yo lo siento, pero no...
Justo iba a marcharme... Rectaba hacia atrás, y en cuanto me volví me di de bruces con el taiwanés. Me empujó hacia el otro... y ya esto me dio muy mala impresión: como si no me fueran a dejar ir de rositas. Me giré, y miré de nuevo al americano:
- ¡¿Qué es esto? ¿Qué está pasando aquí?!- balbuceé.
Todo indicaba que no me estaban dando a elegir. Y no había nadie en esos momentos que me pudiera socorrer. Nadie me atendería: todos estaban pendientes de las motos y esa construcción piramidal.

Menos mal que en ese entonces se le ocurrió pasar por ahí al hombre que vendía, entre la gente de las gradas, bebidas reconstituyentes, con, o sin burbujas, y sándwiches, o perritos calientes, o helados y polos, para reducir el calor corporal y los bajones metabólicos.
- ¡Fuera de aquí, señor! ¡Está molestando usted aquí! -amplificó el americano, al sorprendido vendedor ambulante, volviéndose hacia él.
Así fue como aproveché la ocasión para zafarme del taiwanés, que también se había despistado por completo. Le di un envite en el pecho y corrí hacia la puerta de salida como alma que lleva el diablo.
En la portilla había un empleado contando el dinero que habían sacado por aquel evento, y me cuestionó, percibiendo mi idea de abandonar el Polideportivo, que adónde iba tan nervioso.
- ¡Yo... esto... ábrame, por favor! ¡Mi mujer está pariendo... acaba de mandarme un whattsupp! -mentí, a la vez que rezaba para que me creyera.
- Está bien, está bien -repetía, mientras se apresuraba en abrir.

Dejé al buen hombre atrás, y a varios metros ya. Cuando volví la mirada, observé que los dos pilotos del Freestyle le empujaban despectivos tirándole al suelo, para continuar persiguiéndome después.
Había parado de correr por un instante. No obstante, por lo visto, no debería ni planteármelo. Y, desorientado, sin saber qué dirección tomar, entré a una iglesia gótica de la zona. No había mucha gente por los bancos. Me dio la sensación de que nada malo podría pasarme en un lugar así. Presté atención al Cristo colgado en la Cruz y a la Virgen llorosa a su lado, a las fieles imágenes de los santos, a las pinturas relativas a la Última Cena, y a la Consagración del Pan y del Vino.
Tenía algunas monedas en el bolsillo... suficientes, para encender unas velitas a San Judas, patrón de los imposibles. Lo hice. Luego medité durante unos minutos, arrodillado.

De pronto una chica bajita, de pelo largo y ensortijado se me acercó, poniéndose muy cerca:
- ¿Qué pasa? ¿No te acuerdas ya de mí? -me preguntó, decepcionada, al ver mi sorpresa al advertirla.
- Ya lo siento, pero no... no sé... es que...
Pero de repente... algo raro pasó... algo en mi cabeza... un dolor, un pinchazo... Fue como si mi mente se abriera sin darle yo permiso... como si la masa gris se me hiciera líquida para poder encontrar los recuerdos, que yo quisiera, o los que más me convenía que no se tergiversasen.
- ¡Tío, ya te vale, bien que voy vestida un poco distinta a como iba ayer a la noche, pero que sigo siendo yo, Esmeralda! -protestó, molesta conmigo.
¡Esmeralda, Esmeralda, Esmeralda...! Ese nombre me decía algo, claro que sí... Esmeralda, Esmeralda...
¡Ya sé! La noche de autos, ayer por la noche, conocí a los motoristas de Freestyle. Claro, al americano y al taiwanés. Y acabamos montando una buena juerga... y a las tantas de la madrugada salimos de la discoteca, y nos colamos en un zoco moro con ropas, babuchas, pulseras, collares y multitud de accesorios y curiosidades.
- ¡Ah, ya sé, ya sé! ¡Tú eras la chica que bailaba la danza del vientre con aquella serpiente en los hombros, a lo Salma Hayek en “Abierto hasta el amanecer”!
- ¡Din, din, din! ¡Respuesta correcta! Bueno, ¿y solo te acuerdas de mí por eso?.

Pues, de momento, eso era todo, por mucho que me exprimiera el cerebro... Hasta que, por ventura o desventura, otro recuerdo no tardó en asediarme impetuosamente, de forma tosca y abrupta. Fue entonces cuando, en mi alucinación atemporal de acontecimientos nocturnos, se me aparecieron los dos amigos de las motos, extranjeros, que había conocido recientemente en la barra: era cuando el americano me pedía que le presentara a ese bombonazo de chica morena de ojos negros y piel tostada por el sol, que a cambio él me daba entradas para que fuera a verles al Freestyle.
No podía evitar el sentirme orgulloso por haberme acordado por lo menos, de quién y por qué me había invitado al extraordinario espectáculo de Freestyle. Lo que no entendía, era el porqué de que el estadounidense me persiguiera ahora tan enfadado. Sí, supuse que si le había presentado a Esmeralda... del mismo modo, conjeturé que lo había logrado, ya que si no él no me hubiera dado las entradas...
- Yo ya te presenté, Esmeralda, pero Will y su amigo, no sé por qué están furiosos conmigo -manifesté enfuruñado, alegué mientras salíamos de la iglesia.
- ¿De verdad que no te acuerdas de por qué se enfadaron?.

Ante mi gesto afirmativo, ella me llevó tras una calle poco transitada, y me hizo entrar en un soportal de una casa abandonada. Y ahí me dio un beso de tornillo por el cual aún hoy me sigue dando vueltas la cabeza. Me gustó mucho, pero me quedé tan estupefacto...
Aunque, más me sorprendió lo que recordé qué había pasado la noche anterior, tras otro beso igual. La chica, entonces me susurró:
- ¿Y ahora qué.. te acuerdas que me presentaste a Will y MaWei, pero que a mí me gusta más el producto nacional?.
¡Claro, a Will le encantaba Esmeralda desde el principio, y yo se la había quitado! ¡Estaba celoso y herido en su hombría, claro!.
Will había perdido... En fin, "the show mustgoon", como diría Freddy Mercury.

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Fuente del original del relato de Pilar Ana: http://pilaranatolosanaartola.es/textos/

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